San Telmo, un museo al aire libre
- Texto & Foto MAREAVIVA
- 8 nov 2015
- 3 Min. de lectura
De recorrida por San Telmo, uno de los barrios con mayor valor histórico de la ciudad, nos perdemos en sus callecitas con herencia de época colonial hispana y las posteriores influencias de las inmigraciones italianas y del resto de Europa. Las antigüedades y el tango perpetuan la identidad que atrae a miles de turistas cada domingo.

A pocos metros de la Casa de Gobierno, también conocida como Casa Rosada, se encuentra este pedacito de territorio donde ocurrieron varias batallas como las Invasiones Inglesas de los años 1806 y 1807: dos expediciones militares fracasadas de la corona británica que pretendía arrebatársela a la corona española, la cual mantenía el control del Virreinato del Río de La Plata. 200 años después damos un paseo por estas tierras con tanta historia y una conservada arquitectura de estilo colonial de mediados de 1800. Sus grandes casas de muchas habitaciones espaciosas estaban generalmente distribuidas en dos plantas que daban a patios de baldosa, las cuales vistas desde las galerías del primer piso forman figuras y tramas. Sus puertas de doble hoja, altísimas, fueron construidas íntegramente de cedro y tienen herrajes artesanales de bronce que de a poco van desapareciendo de los lugares correspondientes.

Caminamos por la calle Defensa que en sus principios era llamada Calle Real por ser el eje principal donde se asentaron los pobladores, ya que conectaba directamente la Plaza Mayor -hoy Plaza de Mayo- con la ribera del Riachuelo donde se situaba el puerto. En la intersección de esta calle con Humberto 1° nos encontramos con la mítica Plaza Dorrego y su feria de antigüedades creada en 1970. Son 270 puestos asociados que cada domingo venden artículos anteriores a los años setenta: prendedores, baúles, botellas, herramientas de carpintería, monedas, cuadros, vestidos, instrumentos musicales, cajas, cajitas, baúles… y la lista de hallazgos sigue infinitamente. Es en la actualidad una de las ferias más importantes de Latinoamérica -y me atrevo a decir también del mundo: es visitada por más de veinte mil personas por domingo, siendo en su mayoría turistas de todas partes del mundo.
Además de esta histórica feria de antigüedades se fueron sumando numerosos artesanos y artistas a este paseo dominical que abarca todo el largo de la calle Defensa, comunicándose al sur con el Parque Lezama y al norte con la Plaza de Mayo. Barcitos, tiendas de artículos de diseño y artesanías hacen de este pequeño barrio –el más chico de la ciudad- un atractivo para respirar arte. En sus calles aún adoquinadas encontramos diferentes expresiones artísticas, como estatuas vivientes, titiriteros y vendedores ambulantes de empanadas, plumeros, velas tal como si estuviéramos en la época colonial.
En la manzana ubicada entre las calles Defensa, Carlos Calvo, Estados Unidos y Bolívar está el Mercado San Telmo. A fines del siglo XVII este lugar, llamado “El hueco del Alto” o el “Alto de las carretas” fue una parada para las mercaderías que provenían desde el puerto; asimismo la Plaza Dorrego era llamada en ese entonces Plaza del Comercio. Fue en 1816 que el “hueco” se convirtió en lugar de jura de los vecinos porteños de la independencia argentina ante España, ya firmada en la Casa de Tucumán. Luego, en 1860, se estableció el Mercado hasta que en 1897 fue inaugurado el edificio tal como está hoy en día. Con salida a las cuatros calles y su entrada principal en Bolívar y Carlos Calvo alberga la tradicional forma de abastecimiento por rubros como carnicerías, verdulerías y también otros tantos locales de antigüedades y venta de ropa usada con bodegones de época.
Un infaltable en las tierras porteñas: el tango. San Telmo es uno de los lugares clásicos para disfrutar de este arte. Músicos y bailarines despliegan este particular género musical tan apasionado con letras y acordes que son como una herida que florece, ensamble de poesías que se han hecho proverbios, guitarras y bandoneones.
¿Después, qué importa el después?
Toda mi vida es el ayer
que me detiene en el pasado,
eterna y vieja juventud
que me ha dejado acobardado
como un pájaro sin luz.
Fragmento de Naranjo en Flor, Polaco Goyeneche
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